El Vaticano ha confirmado una de las noticias más impactantes para el mundo católico: el Papa Francisco falleció este 21 de abril a la edad de 88 años, tras enfrentar una prolongada lucha contra una grave afección respiratoria. La salud del Pontífice se había deteriorado visiblemente desde mediados de febrero, cuando fue diagnosticado inicialmente con una bronquitis que, con el tiempo, evolucionó a una neumonía bilateral, una condición infecciosa potencialmente mortal que afecta directamente el tejido pulmonar.

Los informes médicos también indicaron que el sábado 22 de febrero el Papa sufrió una intensa crisis respiratoria de carácter asmático, lo cual obligó a suministrarle oxígeno a alto flujo. Además, los análisis clínicos realizados revelaron un cuadro de trombocitopenia acompañado por anemia, lo que requirió una transfusión de sangre inmediata. Aunque el Pontífice se mantenía consciente y pasó el día sentado en un sillón, su estado general era delicado y el pronóstico reservado, según confirmó la Santa Sede en un comunicado oficial.
Esta evolución negativa en su salud coincidía con lo anticipado por el equipo médico del hospital Gemelli de Roma, donde Francisco era tratado. Ya desde el día anterior, los especialistas habían advertido sobre un notable descenso en su estado físico. El Papa, quien asumió el liderazgo de la Iglesia Católica el 13 de marzo de 2013, deja un legado imborrable por múltiples razones.
Francisco, cuyo nombre fue adoptado en honor a San Francisco de Asís, fue el primer Pontífice originario de América Latina y también el primer jesuita en ocupar el más alto cargo eclesiástico. Su elección marcó un antes y un después en la historia del Vaticano, no solo por su procedencia no europea, sino también por su enfoque pastoral centrado en la humildad, el diálogo interreligioso y la justicia social.
El proceso para elegir al nuevo Papa tras la muerte de Francisco
Tras el fallecimiento de un Papa, el Vaticano inicia un protocolo riguroso y tradicional para designar a su sucesor. Este procedimiento comienza con la convocatoria del cónclave, una reunión solemne que tiene lugar en la Capilla Sixtina. En ella, los cardenales de la Iglesia Católica, todos menores de 80 años, se reúnen dentro de los 15 días posteriores a la muerte del Pontífice para elegir al nuevo líder espiritual del catolicismo.
Durante el cónclave, los cardenales participan en varias rondas de votación, que pueden realizarse hasta cuatro veces por día. Si no se alcanza un consenso suficiente, se emite una “fumata negra”, señalando que aún no hay decisión definitiva. Cuando finalmente se llega a un acuerdo mayoritario, se libera una “fumata blanca”, anunciando al mundo que un nuevo Papa ha sido elegido.
Este sistema, aunque ancestral, combina la solemnidad de la tradición con la importancia de una elección consensuada, garantizando que el nuevo Pontífice cuente con el respaldo necesario para asumir el liderazgo de la Iglesia en tiempos desafiantes. La comunidad católica global, en medio del luto, espera con esperanza la llegada de un nuevo guía espiritual que continúe con el legado de Francisco y responda a las exigencias del mundo actual.