“No quiero morir”: La historia detrás de una tragedia que cambió para siempre la relación con las orcas en cautiverio

La conexión entre humanos y animales marinos ha sido admirada por muchos durante décadas. Sin embargo, detrás de los espectáculos y exhibiciones, también existen historias sombrías que dejaron huella en la industria de los parques acuáticos. Uno de los casos más recordados ocurrió en 1991 en Canadá, y marcó el inicio de un debate que continúa hasta hoy sobre la seguridad, la ética y el comportamiento de las orcas en cautiverio.

Keltie Byrne era una joven estudiante universitaria apasionada por la biología marina, que trabajaba de forma parcial en el parque Sealand of the Pacific, ubicado en Columbia Británica. Su labor consistía en asistir con el entrenamiento y cuidado de diversos animales marinos, incluidas tres orcas: dos hembras y un macho que más tarde sería conocido en todo el mundo por su comportamiento impredecible: Tilikum.

La tragedia se produjo un día de rutina, cuando Keltie, al caminar cerca de una de las piscinas, resbaló y cayó al agua. En ese tanque se encontraban las tres orcas, entre ellas Tilikum, que había sido capturado en 1983 en aguas cercanas a Islandia, con apenas dos años de edad. Desde entonces, había vivido en cautiverio, primero en un pequeño zoológico marino islandés y luego en Sealand.

Según relataron testigos del hecho, Keltie intentó mantenerse a flote y llegar a un aro salvavidas que le lanzaron desde el borde de la piscina. Sin embargo, las orcas mostraron un comportamiento inesperado. Las autoridades y personal del parque indicaron que la situación se volvió crítica cuando las orcas impidieron el rescate, actuando de forma que parecía un juego para ellas, pero que resultó letal para la joven.

Una entrenadora del parque que presenció el momento, Karen McGee, relató en entrevistas posteriores que lo último que escuchó fue el grito desesperado de su compañera pidiéndole ayuda. Algunos visitantes afirmaron haberla oído decir: «No quiero morir», una frase que se transformaría en símbolo de esta tragedia.

La muerte de Keltie generó un fuerte impacto en la opinión pública y en el mundo de los espectáculos con animales marinos. Como consecuencia directa del incidente, Sealand cerró sus puertas de manera definitiva. Las tres orcas, incluyendo a Tilikum, fueron trasladadas a SeaWorld en Florida, donde continuaron siendo parte de espectáculos.

Sin embargo, este no fue el último incidente relacionado con Tilikum. En 1999, se descubrió el cuerpo de un hombre llamado Daniel Dukes en el tanque del animal. Las autoridades del parque afirmaron que el individuo había ingresado de forma ilegal tras las horas de apertura, aunque nunca quedó del todo claro cómo ocurrieron los hechos.

Una década después, en 2010, Tilikum volvió a estar en el centro de una nueva tragedia, esta vez durante una presentación pública. La víctima fue Dawn Brancheau, una entrenadora de alto rango, cuyo fallecimiento recibió cobertura mediática a nivel mundial. El impacto fue tal, que SeaWorld decidió terminar su programa de reproducción de orcas y suspender sus espectáculos tradicionales con estos animales.

Tilikum falleció en 2017 debido a una infección bacteriana, pero su historia quedó registrada como una de las más controversiales en torno a los cetáceos en cautiverio. Su vida ha sido objeto de documentales, estudios y debates en todo el mundo, como símbolo del cambio de mentalidad sobre cómo deben tratarse estas criaturas.

Hoy, muchas voces abogan por la preservación y respeto de los animales marinos en su hábitat natural, recordando que, por muy dóciles que parezcan, siguen siendo seres con instintos y comportamientos propios. Y casos como el de Keltie Byrne siguen sirviendo como advertencia de los riesgos que conlleva ignorar esta realidad.

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